jueves, 9 de septiembre de 2010

LEA CON ATENCIÓN ESTE DECÁLOGO ES PARA FORMAR UN HIJO DELINCUENTE. SI UD NO HACE LO QUE ESTA EN DECÁLOGO TENDRÁ UN HIJO SANO Y BUEN CIUDADANO

Decálogo para formar un delincuente

Emilio Calatayud









1. Comience desde la infancia dando a su hijo todo lo que pida. Así crecerá convencido de que el mundo entero le pertenece.



2. No se preocupe por su educación ética o espiritual. Espere a que alcance la mayoría de edad para que pueda decidir libremente.



3. Cuando diga palabrotas, ríaselas. Esto lo animará a hacer cosas más graciosas.



4. No le regañe ni le diga que está mal algo de lo que hace. Podría crearle complejos de culpabilidad.



5. Recoja todo lo que él deja tirado: libros, zapatos, ropa, juguetes. Así se acostumbrará a cargar la responsabilidad sobre los demás.



6. Déjele leer todo lo que caiga en sus manos. Cuide de que sus platos, cubiertos y vasos estén esterilizados, pero no de que su mente se llene de basura.



7. Riña a menudo con su cónyuge en presencia del niño, así a él no le dolerá demasiado el día en que la familia, quizá por su propia conducta, quede destrozada para siempre.



8. Déle todo el dinero que quiera gastar. No vaya a sospechar que para disponer del mismo es necesario trabajar.



9. Satisfaga todos sus deseos, apetitos, comodidades y placeres. El sacrificio y la austeridad podrían producirle frustraciones.



10. Póngase de su parte en cualquier conflicto que tenga con sus profesores y vecinos. Piense que todos ellos tienen prejuicios contra su hijo y que de verdad quieren fastidiarlo.



Emilio Calatayud,

Juez de Menores de Granada.











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:: 10 de enero de 2008

oaquín Díaz Atienza



Existe la creencia generalizada de que, detrás de la conducta delincuencial infanto-juvenil existe, en todos los casos, una familia destrozada y un niño/a maleducado. En definitiva, unos padres incompetentes. Eso parece desprenderse del decálogo: unos padres incompetentes frente a una sociedad inocente y que facilita, promueve y difunde el respeto, la igualdad de oportunidades y la solidaridad entre sus miembros. Ante esta cultura socio-antropológica en lo que respecta a cualquier tipo de desadaptación social infanto-juvenil, no es raro que los padres me pregunte en la consulta ¿En qué hemos fallado?. Y yo les daría como respuesta que se lean el decálogo del Sr. Emilio Calatayud. Lo que sucedería a continuación de su lectura, estoy seguro, lo pueden imaginar: “Tenemos varios hijos y solo éste presenta el problema de conducta, hemos aplicado las mismas pautas educativas, hemos intentado educarlo de la mejor forma posible, pero siempre ha sido un niño rebelde, negativista y desafiante”.



Efectivamente, el tema es más complejo de lo que parece. Solo una lectura causal superficial sobre este problema creciente, justificaría los problemas de conducta en nuestros hijos. Y las “razones” de Calatayud, aunque razonables, no son las más importantes.



Sabemos que en la etiopatogenia de los trastornos de conducta no es la genética lo más importante, aunque debemos reconocerle un cierto rol en cuanto que influye bastante en las características temperamentales del niño, crisol sobre el que germinan las distintas vulnerabilidades de nuestros hijos frente a otros factores de riesgo de capital importancia. A saber:



1. Una familia víctima, ella también, de una cultura social insolidaria, egoísta y consumista que maneja con dificultad la gestión psicológica de la frustración y la demora en la gratificación. También, una familia que tiene un falso concepto de lo que es la libertad y la responsabilidad y como hay que inculcarlas en nuestros hijos. EN ESTE PUNTO SE INCLUIRÍAN TODOS LOS ASPECTOS CONTEMPLADOS EN EL MENCIONADO DECÁLOGO.



2. La asimilación de estos valores por parte del grupo de iguales entre el que se mueve nuestros hijos, viéndose obligados a seguirlos si no quieren ser excluidos del grupo de iguales.



3. La influencia fundamental que ejerce el grupo en nuestros hijos adolescentes que sabemos es mayor en esta edad que la que podamos ejercer los padres.



4. Una Ley del Menor y una serie de consignas socio-educativas malentendidas sobre el respeto a los hijos, viéndose los padres avocados a un no saber como actuar sin caer en la acusación de maltrato.



5. Una infravaloración de los valores fundamentales para los que estamos obligados a vivir en sociedad, como son la solidaridad, la tolerancia, el consumo responsable, la gestión emocional de la frustración y el respeto a las diferencias.



6. Unos servicios sociales y de intervención comunitaria totalmente insuficientes. Por tanto, limitados en la intervención preventiva y de tratamiento.



7. Unos servicios sanitarios insuficientes y escasamente especializados. Por no enumerar, el escaso interés, cuando no rechazo de los profesionales, ante este tipo de problemática.



8. La ausencia de una política social y sanitaria realistas y eficientes realizadas por políticos que respiran con alivio cuando ven que toda la responsabilidad recae sobre los padres.



9. En definitiva, una frivolización, cuando no exaltación, de la agresión como instrumento en la resolución de nuestros conflictos cotidianos. Aspecto que se da tanto entre las personas como en el ámbito institucional.



Por todo ello, creo que la culpa de la delincuencia es un problema de todos, es un problema de la sociedad en su conjunto, sociedad que comienza en la familia y termina en el parlamento que elabora las leyes.